sábado, 26 de abril de 2008

4 DE FEBRERO DE 1.888; UNA TRAGEDIA NOVELADA

UN ARTICULO DE ALFREDO MORENO BOLAÑOS
“El 4 de Febrero”
1888
TRAGEDIA MINERA, NOVELADA
Por José María Fontela Granado
Río-Tinto y Junio de 1.961
Trascrito por:
Gilberto Hernández Vallecillo y Alfredo Moreno Bolaños
Original de:
Antonio Costa
Minas de Riotinto, Año 2007
Biografía del autor

José María Fontela Granado, natural de Minas de Riotinto, nació el 10 de Diciembre de 1884. Su padre era natural de Madrid y su madre de Badajoz. Comenzó a trabajar en la Compañía de Río Tinto el 1 de Octubre de 1910, como ayudante en las Escuelas.

Presenció, como Director del periódico local, la puesta de la primera piedra de la Iglesia Parroquial de El Valle, el día 30 de Diciembre de 1914 y así se hizo constar en el Acta que se levantó.

Con fecha 13 de Mayo de 1919, su domicilio estaba en calle Elías Serrano , 54, de El Valle, casado con Rita Santos Ortega y con un hijo, José María Fontela Santos, de 4 años.

Dos de sus hermanos nacieron en la aldea de La Naya; Pedro, el día 15 de Junio de 1879 y Andrés el 2 de Enero de 1881.


Fue el primer Presidente de la Sociedad de Pesca "Río Tinto", agrupación que se fundó el 12 de Enero de 1919 , ostentando por entonces la Presidencia de Honor el británico Gordon Douglas, Sub-Director de la Rio Tinto Company Limited (RTCL). En 1945 la directiva de la Agrupación estaba formada por el Ingeniero de Minas John Carson como Presidente y José María Fontela Granado en las labores de Secretario.


El cese en la Compañía fue el 31 de Julio de 1954, según consta en el documento H-31 y firmado por R. K. W. Wilton Brown :
Don R. K. W. Brown, como Gerente de la empresa Compañía de Rio Tinto Limitada, dedicada a la actividad de Minería, con el Nº Patronal 21/722.Certifica:
Que José Fontenla y Granado ha prestado servicio en esta Entidad como Jefe de 2ª con categoría de Administrativo, disfrutando de un sueldo o jornal de MIL OCHOCIENTAS OCHENTA Y SIETE Y CINCUENTA pesetas mensuales, habiendo cesado en la misma con fecha 31 de Julio de 1954.

El Domingo 8 de Agosto de 1954, el diário Odiel publicaba el acto de despedida que tuvo lugar en el salón del Hogar del Productor; la crónica escribía:

“Para despedir al jefe de Negociados de la Sección de Costos de la Oficina de Contabilidad de Riotinto, Don José Maria Fontela Granado, se reunieron todos los oficiales que integran dicha sección presididos por su jefe Don Manuel Martínez Lancharro, en el amplio salón del Hogar del Productor. El acto transcurrió en médio de la mayor alegria y cordialidad, pronunciándose por algunos señores breves frases de oferta leal y cariñosa del afecto que siempre han sentido por el camarada que se va al cumplir 70 años de edad y 55 de servicio a la empresa minera.
Al final, el señor Fíntela con palabras de honda emoción agradeció el simpático y afectuoso acto que en su honor se ofrecía y terminó recomendando a todos la inquebrantable consecuencia de esta camaradería que hasta hoy ha unido a los componentes de esta sección en Contabilidad. El señor Martínez Lancharro cerró el acto pronunciando breves frases en honor del viejo compañero que se retira, deseando a todos y a él mismo, la vida necesaria para celebrar otro acto semejante cuando el de también por terminada su actuación laboral.
Ambos señores fueron calurosamente aplaudidos”.



Se le atribuye la fundación del Balompié Río Tinto en 1914, "batallita" que solía relatar a los más jóvenes del departamento de Contabilidad, comentando que fue llamado por Mr Browning a su propio despacho y allí, “abriendo un cajón, sacó un balón !de cuero¡ algo desconocido entonces y primero con el que jugó el Río Tinto Balompié”.



Río Tinto Balompié, año 1917
El 6 de Enero de 1955 escribía unas notas dedicadas a la Esquila :

“Esquina del siglo; esquina mugrienta y desconchada por los bestiales trastazos de cien años implacables.

Unos pasos antes de doblar aquella esquina mugrienta y desconchada entre los pliegues arrugados del recuerdo, casi desdibujadas ya, se adivinan las siluetas – solo las siluetas, claro está – de aquellas mujerucas devotas de la Virgen del Rosario, poliero de cien plegues, amplio y negro, mantón de capucha de merino, resto de las que ya habían doblado la secular esquina y que, a coro en las madrugadas – nueve madrugadas, señor, nueve cuchillas de helado filo – rompían a cachos el silencio negruzco del pueblo minero en reposo, con un mosconeo monocorde, con monotonía de música gregoriana, insistente y tenaz: el rezo entre dientes, como mordido y saboreado, del santo Rosario, cuyos misterios glosaban, coronándolos, unos hombres de trabajo, con gozos a la Virgen; voces broncas, atrofiadas por gases de la mina, arropadas con chillidos crispantes de un violín, trinos graves de laúd moruno y rasgueos acompasados a golpes en las tapas de las guitarras, todo al ritmo lento, majestuoso, del tin… tin… tin de una esquila: de “La Esquila”.

Ellas, las últimas, Tía Paz; jamás saciada de horas al pie de la Virgen; Antonia la de tío Mundo.

Ellos, tío Fichi, Iti, la Cazuela, el Chiquetín, Enrique Valero, tío Pablo, Abalorio (padre e hijo), tío Calañas, Cabana, la changa, Peñisca…

Aquel violín de tío Calañas que gritaba arpegios y mordientes arbitrarios en tono mayor con el “placet” y hasta la admiración de coro y auditorio: ¡Horrible aquellos! Los hermanos Fichi, Iti, la Cazuela, encerrados en sus oscuras capas de frisa, cuellos alzado hasta más allá de las orejas, esclavina a media capa, vueltas de terciopelo marrón sucio, vara alta, símbolo de autoridad y poder en los tajos de mineral.

Tío Salmerón, tañer isócrono de la esquila; Enrique Valero, sangrador, bote de sanguijuelas colgante del dintel de su barbería, un tufo y una patilla bajo un negrísimo bombín, voz ronca, desgarrada, burlón, satírico y reidor escandaloso; los Abalorios (padre e hijo) impenitentes, exactos, fieles a “la esquila” año tras años; Manolo la Changa, que logró repetir en el violín aquellos originales disparatados arpegios y florituras del ya extinto tío Calañas…

Y luego, Cabana, Rafael el sastre, Chileno, Juanito Peñisca el de la flauta encantada, el de los trinos floreados, el incansable, el imprescindible, el inolvidable Juanito.

Segundo toque para la misa de alba: “la esquila”, a su ritmo majestuoso y solemne como marcha de Radamés, se adentra por las naves de la iglesia parroquial:

Y con ésta arremato mi copla, Virgen del Rosario que ya voy a entrar a la iglesia por ver una rosa fragante y hermosa, puesta en el altar.

Y así más de cien años. Camino de casa de Tío Millán, o la Changa, o Bolinche, las guitarras rasguean el tan dango “abandolao”, que canta alguno, cualquiera, de la rondalla. Café que conforta y ahuyenta a manotazos el frío; último chupón a la tradicional liara y … al trabajo, como ayer, como hace un siglo y así hasta… cuando acaben los tiempos y el mundo y a vivos y muertos tenga que juzgar.
Gente nueva, gente joven formaron el pelotón de relevo; pero “la Esquila” fue ayer, es hoy y será siempre aquella de tía Paz, de Antonia la de Mundo, tío Fichi y tío Calañas hasta la del ciclo 1953-54.

Uno, que ya ha deshojado setenta tacos de almanaque y es hermano desde ¿quién sabe…?, se cree suficientemente autorizado para afirmar que hacía ya buenos años que no se congregaban muchedumbres tan ingentes alrededor del paso de la Virgen como las de la madrugada del sábado y domingo de este año. El Hermano Mayor, nuestro amigo Juanito Rodríguez, tiene razones sobradas para sentirse satisfecho de su labor. La Virgen se lo premiará”.

Sus dotes artísticas-literarias las compartía en colaboraciones con vecinos del pueblo y algún que otro cuadro donde la afición por la pintura daba a conocer a los amigos más cercanos.




Cuadro regalo a Carlos Rojas

Uno de los trabajos que realizó fue la restauración del retablo de La Dolorosa en la Iglesia de Riotinto en 1940. La prensa de la época y en crónica del diario Odiel da a conocer el trabajo que junto a otros vecinos del pueblo realizó en dicha parroquia:

“Unos hombres del pueblo, ayunos de técnica pero ansiosos de realizar una obra de carácter fuerte fuera de lo vulgar y lo manido, sin recursos ni herramientas, sin elementos prácticos, y solo con una fuerza inapreciable de tesón, constancia, estudio, trabajo y sacrificio, perjuicio de sus propios intereses, realizan esta que pudiéramos llamar obra gigante, de la categoría de este Retablo de la Virgen de los Dolores en la Iglesia parroquial de Riotinto.

Atraídos por su magnificencia, fuimos muchas veces durante su realización visitantes escondidos y admiramos en silencio este trabajo monumental, prometiéndonos íntimamente unas líneas, cuando las últimas pinceladas pusieran remate a tan sobrio y voluntarioso quehacer.

El Retablo es de yeso muerto, echado a palustre sobre la pared preparada de antemano, y una vez formados los bloques y dejados secar un tiempo prudencial, labrados a cuchilla, de las cuales hemos visto una abundante colección fabricadas por ellos mismos con trozos de chapa, a las que han dado las formas más variadas para lograr tan notable trabajo de talla, talmente que si en madera fuese ejecutado.

La obra en cuanto a estilo arquitectónico guarda fidelidad absoluta al orden corintio, pero al modo primitivo, ausentes todas las variantes y aditamentos que luego formaron el corintio compuesto.

El arco que corona el Retablo, sirve de marco a un Calvario pintado al fresco donde al fondo de un paisaje desolado y yermo. Se muestra un Gólgota, con tres cruces vacías, únicas figuras del cuadro que acusan el lugar de la Tragedia. Un friso, la realización de cuyo dibujo es algo que admira; unos remates de paneles, capiteles del más puro estilo, con sus volutas de difícil traza, verdaderas hojas de acanto, retorcidas bajo el peso de la tradicional plancha de piedra, según la leyenda que dio origen a este bellísimo modo de la arquitectura; unos paneles tallados en su totalidad guardando el dibujo ingenuo de la época; una guardilla que enmarca la hornacina la bellísima imagen de Castillo Lastrucci en su trance de dolor; una mesa de altar, cuyo frente decorado al estilo del Renacimiento ostenta en su centro un óleo que es todo un acierto en cuanto inspiración y factura. Se trata de unas siluetas a contra luz donde Cristo pende del madero, y al pié se adivina a la Madre arrodillada en el momento de su amarga soledad.

Todos los dibujos son originales de nuestro estimado camarada el veterano periodista José María Fontela, así como la dirección artística y la ejecución de los más delicados trabajos de talla.




Todos los dibujos son originales de nuestro estimado camarada el veterano periodista José María Fontela, así como la dirección artística y la ejecución de los más delicados trabajos de talla.

Han colaborado con él en esta ardua labor que ha durado dos años – trabajando solamente los domingos y sábados por la tarde – Manuel Wert, inteligente artista, brazo derecho del señor Fontela, fiel intérprete del proyecto en cuya obra ha puesto todo su empeño y capacidad. Manuel Navarro, que aportó con toda su fe sus conocimientos de delineante y de trabajador templado. Manuel Jiménez, ayudante eficaz y constante, animador de la larga y penosa obra, en la que puso bastante más de lo que le permite su salud quebrantada. Rafael Lopera, silencioso, asiduo, de gusto refinado, incansable también en todos los momentos, uno de los más fieles realizadores.

Todo, todos pues con un tesón admirable han colaborado con el mismo detenimiento, porque en su realización se reúnen circunstancias y valores muy dignas de estimarse y que parecen que están pasando desapercibidos. Así han trabajado durante dos años estos hombres, y al terminar su enorme trabajo, al dar remate su esfuerzo monumental, se estrecharon las manos silenciosamente, cogieron sus pobres bártulos y marchase cada uno por el mismo sitio donde habían venido. ¿Pero nada más? Sí, es triste, pero nada más.”



PREÁMBULO

Una exigencia imperativa me obliga a hacer algunas aclaraciones que dibujen, con más o menos diafanidad, tanto los perfiles con la entraña misma de esta que no es novela, sino el relato verídico, histórico de una tragedia minera, envuelto en el papel de plata de una novela.

Y si este relato, vertido aquí con toda la crudeza de su veracidad, lleva el aderezo de un aliño novelesco, ha sido para limarle unas veces o solo lijarle otras, la cortante arista de esa crudeza y alejarlo, a la vez, de ese enemigo mortal del lirismo que es la exigente técnica retórica. Aquí hallarán mis rarísimos lectores una colección de láminas, a veces tocadas de un color rojizo subido, y a veces de un color desvaído, casi lechoso…

No hallarán esa rígida ilación de caracteres y ocurrencias lanzadas como en fila india por toda la novela que por tal se tenga. El salto de caballo en un tablero de ajedrez sería el más cumplido símbolo de esta manera que me ha llevado de la mano, suavemente unas veces y a tirones otras; tales láminas o estampas han sido aventadas en disparo y con un orden de disloque.

Digamos por ejemplo, el relato real de las cruces de Mayo; el de los pirulitos en la noche de San Juan con sus hogueras de media noche: el exaltado canto lírico a la madrugada de Octubre, última de “la Esquila”, en honor a la Virgen del Rosario…

Y el relato indignado, tal vez violento, de la tragedia minera que ha ido pasando, a través de la criba de los años desmemoriados, a la menguada historia de los pueblos chicos, con el remoquete del “4 de Febrero” o “ el año de los tiros”; con todo un montón de cadáveres de trabajadores inermes, de mujerucas del pueblo sin otro arma que su curiosidad, y de pequeños sin idea aún de lo que es pecar, frente a un pelotón de soldados totalmente ignorantes de las demandas de aquella ingente masa, ante la cual se hallaron ellos, momentos antes, en correcta posición de firmes…

¡Ah! Y el retrato, pobre de color y aún desacertado de líneas, de aquel Don Antonio “el viejo” o “el maestro”, que de ambas maneras le llamábamos…

José María

Río-Tinto y Junio de 1.961

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