sábado, 29 de septiembre de 2012

"El arte es un bastión, una isla para el náufrago, un puente colgante en el vacío"

EDITADO EN HUELVA INFORMACION / Alfredo Asensi / córdoba
"Todo lo que nos ama es invisible", apunta Juan Cobos Wilkins (Riotinto, 1957) en su libro Para qué la poesía, ganador del XVI Premio Ciudad de Torrevieja. Llama de clausura y Biografía impura son otros títulos de un poeta que ayer leyó sus versos en la Taberna del Río y hoy compartirá mesa con Jesús Aguado, Adolfo Cueto y Javier Lostalé, presentados por Roberto Loya, en la primera cita del ciclo Poetas del mundo en Córdoba, en la Sala Orive a partir de las 12:00.


-¿Para qué la poesía?

-Para sanar, para vivir, para sobrevivir, para convivir, para renacer. Hasta este momento de mi vida, y en él, así lo creo. La poesía, la pintura, la música... el arte es un bastión, una isla para el náufrago, un puente colgante en el vacío, mano en el hombro para la soledad, abrazo. Emana y genera un inaprensible poder emocional, e igual que una Pietá nos sostiene.

-¿Concibe la poesía más como un instrumento de comunicación o de autoconocimiento?

-La poesía no se deja utilizar, no acepta la utilidad como principio de la moral. Ni como aprovechamiento. Se rebela contra eso. Y a veces, su rebelión trae el relámpago de su revelación. Y nos insinúa el camino a seguir, siempre misterioso. Ese camino se bifurca, se trifurca... y sus senderos pueden llevar a conocimiento y comunicación, pero si convergen en el claro de bosque, entonces, adviene lo más emocionante, lo más conmovedor y turbador y deseado: la comunión de lector y autor en el poema.

-¿En un mundo tan agitado, vertiginoso y tecnologizado, ¿qué espacio queda para la poesía?

-Es difícil vivir, sobrevivir siquiera, en las condiciones a las que la avaricia, la indignidad, la usura de la parte poderosa y, ya no corrompida, sino putrefacta, de este mundo cabrón somete a esa otra parte indefensa. Pero, como a un guante, yo volvería la pregunta del revés: ¿qué será del mundo si de él se exilia la poesía?, ¿qué mundo puede ser ese? Indicios hay, y lo entrevisto asuela.
-¿Y para el escritor?

-También me lo pregunto y no viene la llama de Pentecostés a iluminar. Tendremos que fabricarnos unas linternas no a pilas sino con luciérnagas y adentrarnos con ellas en este laberinto oscuro. Pero hay que sublevarse, decir: "Non serviam". Hacer que crezcan alas, nuevas alas. Y hay que saber y proclamar y defender que las alas son para quien las trabaja.

-¿Cómo ha evolucionado usted como poeta?

-En mi caso, se difumina, hasta no distinguirse, la frontera entre experiencia vivida y creación habitada. La evolución de la escritura es la de la persona. Creo en la metamorfosis. Intento, como decía mi más ilustre paisano en poesía, Juan Ramón Jiménez, que las alas arraiguen y las raíces vuelen. Y creo que hay que llegar al fondo, a lo profundo: allí no nos aguarda, como pudiera pensarse, oscuridad, en lo más hondo surge la luz abisal, la luz del misterio: la más transparente.

-¿Cómo ve el panorama poético actual en España?

-Rico, diverso, múltiple.

-De la tradición poética cordobesa, ¿qué autores le interesan más?

-Mi relación con autores cordobeses se remonta casi a mis comienzos de escritor y continúa hasta hoy. Tengo amistad con poetas que van desde Pablo García Baena a los más jóvenes de ahora mismo. Amistad y lectura; por cierto, la última novela que he leído este verano ha sido la excelente Los nadadores, de Pérez Azaústre. En Córdoba hay una múltiple poesía viva ante la que yo exclamo: ¡viva! Si no doy nombres es porque, afortunadamente para mí, la lista sería prácticamente la gran nómina cordobesa. Baste decir que mi primer libro de relatos en prosa poética fue el número 2 de la colección Cuadernos de Albenda, que dirigía mi muy querido Pedro Roso, con quien vamos a encontrarnos y celebrar en Cosmopoética.

-En esta edición de Cosmopoética tienen una presencia notable los poetas de la generación de los 70, encabezados por los novísimos. ¿Cómo es su relación con ellos?

-A los nueve novísimos los leí en mi adolescencia, fue un fértil descubrimiento. Los sigo leyendo y disfruto. Compruebo los sucesivos cambios, la evolución, la porosidad de la literatura, y aprendo. Fue emocionante cuando, pasado el tiempo, aquel chaval no sólo conoció a algunos de ellos sino que trabó amistad. De los seniors traté a Vázquez Montalbán, y de los más jóvenes de aquellos poetas novísimos tengo buena amistad con Vicente Molina Foix y con la única mujer seleccionada por Castellet, mi queridísima Ana María Moix.

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