martes, 3 de septiembre de 2013

RUINAS DE NAYA: UN DESIERTO DE AZUFRE Y UN DESTINO DE CUERVOS

Texto e imágen publicados por Jose Manuel Delgado en FACEBOOK
 
 
Despojos de ambiciosas aventuras, desierto del salario y de la pena, petrificadas rosas de negra sangre ardiente y hambres amasadas en tahonas ardientes del infierno. Igual que un vasto mar embravecido que se hubiera hecho sólido al designio del dios de la venganza, así tu extraño porte de anatema o herencia maldecida.
 
 Prodigiosas y míseras canciones de soledad, belleza inaccesible al beso de la yerba, están amortajadas con sábanas de olvido enfriando miserias en caudalosa noche eterna y miserable donde no tiene entrada lo que no sea locura. Desierto del azufre donde el sueño se acaba y empieza la tormenta de la sed; caudal de negaciones, amarilla proclama de abandonados bienes donde sólo el lagarto reconoce su aliento.
 
En ti, hasta es oscuro el sol; el aire, con ácidas consignas asesina la paz de la memoria. Todo es atroz en la inquietud del corazón dolido que no tiene un instante... donde poner la luz de la mañana, que no puede latir por que la sangre es densa, ni puede acariciar la imagen de otros tiempos en los que el árbol daba hospedaje a pájaros y abejas. Las escorias tiritan de muerte y de más muerte mientras huelen a infierno los terreros aleves que saben de jornadas con luto y con secretos. Sobre el tajo de montes oxidados se recuesta el trajín dormido de antiguas apetencias y se desboca el quieto perfil de un entramado donde se pudren trenes y recuerdos.
 
 El Tinto, igual que una culebra de amarillos reflejos, se inserta en el paisaje masticando vitriolos. Zarandas, fundición, concentrador, el túnel que abastecía de mierda los deseos; la chimenea altiva que envenenaba el aire, ahora gritan silencios. Sólo hay un llanto por la vida; sólo hay un gemido constante, negro, como ala de cuervo, sobre la llama azul de la existencia.
 
Una aldea pequeña, La Naya, habitación de ausencias, convoca sus fantasmas en las noches de luna.

Juan Delgado López. Memoria de la niebla. Inédito

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